En los orígenes, Rodolfo Walsh

El término “no-ficción” (non-fiction) fue creado por el autor estadounidense Truman Capote para referirse a su propia escritura. Capote publicó en 1965 un libro titulado "A sangre fría", considerado un verdadero hito del relato testimonial. Allí narraba el asesinato de una familia en la localidad de Holcomb, Kansas. Para construir este relato, había hecho un cuidadoso trabajo de investigación periodística, recogiendo evidencias de distintas fuentes.
Sin embargo, es en la Argentina donde primero aparece la literatura testimonial tal como la entendía Truman Capote, como “no ficción”. Es Rodolfo Walsh quien la inaugura a partir de su obra Operación masacre (1957).
Walsh era escritor, traductor y periodista. También un activo militante político. Y esa militancia lo llevó a entender la escritura como un modo de dar a conocer la realidad y de intervenir sobre ella. En "Operación masacre", su obra más conocida (aunque no la única de investigación periodística), relata los fusilamientos de José León Suárez. Este hecho tuvo lugar en junio de 1956, momento en que al reprimir un levantamiento para deponer al gobierno militar instalado tras la autodenominada “Revolución Libertadora”, varias personas son detenidas y llevadas a un descampado, donde se las intenta fusilar. Algunos logran sobrevivir; otros mueren en esa terrible noche.
En "Operación masacre", entonces, Walsh inaugura un género, además de concretar una obra valiosa por muchos motivos: su compromiso con el esclarecimiento de los hechos, el rigor de la investigación, la calidad literaria.

  • El siguiente fragmento forma parte del prólogo que Rodolfo Walsh escribió para "Operación masacre". Lean con atención para luego responder lo planteado:
Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez? Puedo. Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo, a la novela “seria” que planeo para dentro de algunos años, y a otras cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo. La violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas […] pero es solamente el azar lo que me ha puesto eso ante los ojos. Pudo ocurrir a cien kilómetros, pudo ocurrir cuando yo no estaba. Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice: –Hay un fusilado que vive. No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga. Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte […]. Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto. Así nace aquella investigación, este libro. La larga noche del 9 de junio vuelve sobre mí, por segunda vez me saca de “las suaves, tranquilas estaciones”. Ahora, durante casi un año no pensaré en otra cosa, abandonaré mi casa y mi trabajo, me llamaré Francisco Freyre, tendré una cédula falsa con ese nombre, un amigo me prestará una casa en el Tigre, durante dos meses viviré en un helado rancho de Merlo, llevaré conmigo un revólver, y a cada momento las figuras del drama volverán obsesivamente: Livraga bañado en sangre caminando por aquel interminable callejón por donde salió de la muerte, y el otro que se salvó con él disparando por el campo entre las balas, y los que se salvaron sin que él supiera, y los que no se salvaron. Porque lo que sabe Livraga es que eran unos cuantos y los llevaron a fusilar, que eran como diez y los llevaron, y que él y Giunta estaban vivos. Esa es la historia que le oigo repetir ante el juez, una mañana en que soy el primo de Livraga y por eso puedo entrar en el despacho del juez, donde todo respira discreción y escepticismo, donde el relato suena un poco más absurdo, un grado más tropical, y veo que el juez duda, hasta que la voz de Livraga trepa esa ardua colina detrás de la cual sólo queda el llanto, y hace ademán de desnudarse para que le vean el otro balazo. Entonces estamos todos avergonzados, me parece que el juez se conmueve y a mí vuelve a conmoverme la desgracia de mi primo. Esa es la historia que escribo en caliente y de un tirón, para que no me ganen de mano, pero que después se me va arrugando día a día en un bolsillo porque la paseo por todo Buenos Aires y nadie me la quiere publicar, y casi ni enterarse. Es que uno llega a creer en las novelas policiales que ha leído o escrito, y piensa que una historia así, con un muerto que habla, se la van a pelear en las redacciones, piensa que está corriendo una carrera contra el tiempo, que en cualquier momento un diario grande va a mandar una docena de reporteros y fotógrafos como en las películas. En cambio, se encuentra con un multitudinario esquive de bulto. Es cosa de reírse, a doce años de distancia porque se pueden revisar las colecciones de los diarios, y esta historia no existió ni existe. Así que ambulo por suburbios cada vez más remotos del periodismo, hasta que al fin recalo en un sótano de Leandro Alem donde se hace una hojita gremial, y encuentro un hombre que se anima. Temblando y sudando, porque él tampoco es un héroe de película, sino simplemente un hombre que se anima, y eso es más que un héroe de película. Y la historia sale, es un tremolar de hojitas amarillas en los kioscos, sale sin firma, mal diagramada, con los títulos cambiados, pero sale. La miro con cariño mientras se esfuma en diez millares de manos anónimas.

Actividad:

  1. Walsh afirma que, una vez concluido, no encuentra posibilidad de publicar su libro. ¿A qué puede atribuirse este desinterés? ¿Por qué les parece que, como afirma el autor, la historia nunca apareció referida en los diarios?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.